Electo con una plataforma política de centro izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil en su cuarto intento, está procediendo como un político de centro derecha sin olvidar los millones de pobres de su país. Contrario a lo que se hace en Bolivia con el "cuoteo" político, Lula nombró profesionales de prestigio para llenar puestos claves. Tampoco perdió tiempo en reducir el gasto militar; en aliviar la presión inflacionaria aumentando las tasas de interés hasta el 26.5 %; en pagar puntualmente la deuda externa de 260 mil millones de dólares; en implementar su programa "tres comidas al día"; y, sobre todo, en aliviar el déficit promoviendo la reforma tributaria y de pensiones. Todo ante la sorpresa de la derecha y la oposición de miembros de su Partido de los Trabajadores. "Lula ya no habla como un líder de los trabajadores sino como líder político", comentó recientemente Fernando Henrique Cardozo al periódico ABC de Madrid.

Lula viene demostrando una habilidad inédita de hablar poco y hacer bastante. Su arte política hasta el momento ha dado resultados positivos inesperados aunque las dificultades continúan en un país de 180 millones de habitantes que ocupa el noveno lugar del mundo en comercio internacional. Lula las está afrontando. Su nombre pulula en círculos capitalistas del primer mundo como una esperanza suramericana en un momento en que esos círculos consideran que el continente se desvive entre el populismo desenfrenado de Hugo Chávez; la prolongada anarquía de Colombia; la reorganización penosa de Argentina; la desorientación de Alejandro Toledo; la inestabilidad de Ecuador; el sopor de Uruguay; la parálisis de Bolivia, etc. Por lo que se ve, Lula parece saber lo que hace. Y lo que está haciendo tiene relevancia sin precedentes en Brasil y el resto del mundo. He ahí su importancia. "Estoy profundamente impresionado con Lula", dijo la semana pasada a la prensa Horst Kohler, Director Gerente del FMI.

El sigilo práctico de Lula tiene relevancia internacional porque en su reciente encuentro con GW Bush en Washington quedó claro que Brasil reprobaba que EEUU tuviese su mercado cerrado a productos brasileÒos como el alcohol etílico, el acero, los zapatos, el azúcar, los cítricos y otros muchos en los que Brasil es competitivo. Por eso, y más que durante la guerra de Irak, el coraje de GW Bush se pondrá a prueba en la batalla que deberá librar con los poderosos intereses proteccionistas de su país que buscan socavar el comercio libre, el mercado libre y la globalización... que tanto han mentado los países del primer mundo y sobre todo EEUU desde 1990. Bush ha prometido "hacer lo que está a su alcance" para reducir las barreras del comercio no solamente con Brasil sino con toda América. Recordemos, la idea del ALCA 2005 es mayormente del actual presidente estadounidense.

Otro problema es que las recientes negociaciones de la ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) mostraron que los países del mundo están lejos de acordar reducciones del proteccionismo de EEUU y de la Unión Europea (UE). En esto la UE es más intransigente que EEUU sobre todo en el comercio de productos genéticamente modificados que EEUU ahora quiere exportar a Brasil, y los varios que éste quiere exportar a EEUU. Por el momento la responsabilidad está en GW Bush que hoy sabe más que antes de la urgencia del asunto. La reunión de la OMC de septiembre en Cancún será el próximo foro. Veremos.

Si Bush logra doblegar la oposición que existe en su país a la liberación del comercio con Brasil, insisto, sobre todo el comercio de productos agrícolas, y siendo Brasil comercialmente importante en el Mercosur y el resto del continente, entonces será más factible que EEUU libere su comercio con todo Iberoamérica... lo que sí sería un paso adelante para concretar algún tipo de inicio de un ALCA para 2005. Quizá el posible ejemplo sirva para reducir la resistencia europea que tanto perjudica. Si Lula maneja el asunto con tino, y tiene éxito, puede ser que el mundo entero se beneficie. Sería una gran cosa.

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